Más de 1200 niños, jóvenes y adultos, de 23 agrupaciones, le pusieron color, baile y alegría a la noche de este lunes. Miles de personas acompañaron a murgas y comparsas que enaltecieron el espíritu de la tradicional celebración. “El carnaval está bien vivo” dijeron.
Los más pequeños que corrían en los alrededores estaban empapados. Llenos de espuma que humedecía sus ropas y lluvia que desvanecía los copos blancos. Y otra vez a correr, a enfrentarse en guerras Rey Momo, a reír, a cerrar los ojos y disparar la nieve artificial en aerosol, hasta que se termine. En Plaza Rocha se vivió el carnaval y no hubo chaparrón que frenara el desfile.
La gente se agolpó contra las vallas que se extendieron por unos 200 metros. La avenida Luro fue el escenario para el paso de murgas y comparsas que contagiaron ritmo en una noche lluviosa. De a poco, se expandía la alegría y el baile de los niños y jóvenes de distintos barrios de la ciudad, que inundaron la celebración de color, banderas, plumas y brillosos y trabajosos trajes de lentejuelas. El cierre estuvo a cargo de Bahiano, exlíder del grupo Los Pericos, y la avenida se transformó en una pista de baile para las miles de personas.
“Esta es la fiesta popular del genuino carnaval marplatense. Es la representación de lo que pasa en los barrios, de lo que pasa con las agrupaciones de la ciudad. Más allá de la lluvia que de a poquito cae y de a poquito no, me parece que es más que positivo que podamos estar festejando el carnaval en este lugar, y en el marco de público que estamos teniendo”, celebró Federico Argüelles, murguero y titular de la Asociación Carnavales Marplatenses (Carma).
El carnaval es una de las fiestas populares de mayor data en la historia de la humanidad. Su celebración se remonta a los rituales paganos que los romanos ofrecían al dios del vino, Baco. En Argentina la celebración es tradición. Pero los feriados que traía consigo fueron arrebatados -como tantas vidas y tanta cultura- por la última dictadura cívico militar, a partir de la implementación del decreto 21.329.
Desde entonces, grupos de murga y candombe lucharon empecinadamente para que el festejo popular no desapareciera. A fuerza de voluntad y grandes celebraciones carnavalescas, se consiguió que los feriados fueran restituidos.
Al respecto, Argüelles mencionó: “El carnaval logró, después de que Cristina puso nuevamente los feriados, volver a estar arriba de la mesa, para dejar de ser algo oculto de la cultura popular, hasta mal entendida, para ser una verdadera fiesta popular”.
“Vos fijate que llovió terriblemente y la gente no se movió. Y el desfile sigue porque la gente está acá. Lo más importante es que el carnaval está bien vivo. Y el desafío que tenemos como murgueros, como agrupación de carnaval, es ponerle contenido”, sostuvo el joven que participa y organiza la murga La Venganza de los Pobres.
¿Por qué la dictadura quiso acallarlos? Argüelles prefirió una frase de Arturo Jauretche para simbolizarlo: “Nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen”. “Cuando un pueblo está triste -explicó el joven- y no tiene ganas de festejar, no le queda nada más. La base principal era recuperar la alegría, y se recupera cuando tiene ganas de festejar. Una cosa va con la otra”.
Argüelles habló de la necesidad de ponerle contenido y compromiso a todo esto. Y queda en evidencia en sus canciones, pero también en la posibilidad que tienen los niños, niñas y jóvenes de tener acceso a una actividad, de lograr un lugar de pertenencia. “Nosotros decimos que la murga es un espacio de encuentro, donde nos encontramos en igualdad de condiciones porque no necesitás nada para participar. Simplemente ponerle ganas”, expresó.
Enseguida dijo que se trata de “una construcción colectiva, donde entre todos generamos el hecho cultural que es la murga, y donde los chicos explotan un montón de cuestiones que tienen escondidas u ocultas, que no pueden llevar adelante en otro lado”.
El rol de las murgas, planteó, ha ido variando con el correr de los años. “En un momento fue un espacio de resistencia, durante los 90, cuando todo el mundo estaba en el individualismo, y hoy al contrario, es un espacio que dinamiza, que proyecta a los chicos a través de una actividad cultural”, diferenció y sonrió.
Detrás de él pasaba una de las tantas comparsas que dejó ver, en algunos minutos, el trabajo arduo de todo el año. Delante iban los más pequeños, luego las jóvenes que mostraban sus figuras moviéndose al ritmo de las batucadas, que las seguían detrás.
Una fiesta popular que tuvo todos los condimentos: destreza y baile, música y ritmo, color y alegría. También estuvo la lluvia, que no pudo arruinar semejante celebración carnavalera.
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